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martes, 27 de noviembre de 2012

 
Educar desde el ejemplo

   La noticia del fallecimiento de Celia Urrutia me tomó de sorpresa. Hacía unos meses que no nos veíamos, pero el cariño era el de antes, el de siempre.
   Mirando hacia atrás, la veo en Necología -el club de ciencias que había fundado en agosto de 1998, para seguir enseñando aún después de haberse jubilado- dando clases gratuitas a chicos que quisieran aprender Biología; nos veo apilando cajones de fruta para armar una biblioteca y luego clasificando los libros que irían en ellos, para que los asistentes al club pudieran utilizarlos; la veo en mi casa, trayéndome de regalo un llamador de ángeles que mandó hacer para mí, con la afinación del piano, y tomando chocolate el día de mi cumpleaños; nos veo junto a Balech, o caminando por la Estación Hidrobiológica de Quequén o paseando en su coche por la ciudad mientas conversábamos. Y vuelvo a escuchar su voz, a oír su risa.
   Durante muchos años de amistad, recibí de ella no solo afecto sino también muchas enseñanzas y no pocos regalos. Era capaz de dejarme un sobre con mi nombre y al abrirlo encontraba una foto con una inscripción suya en el reverso, como si fuera una caricia dada a la distancia. O de mandar una caja de chocolates para “los tres hermosos adolescentes de la casa”, porque también se había hecho amiga y compañera de mis hermanos. Pero, al mismo tiempo, era ella quien pedía cariño y lo hacía saber indirectamente cuando acudía en busca de un consejo o al pedir que uno se quedara un rato más cada vez que iba a visitarla.
   Celia fue una persona fiel a sus ideas. Jamás se llamó a silencio cuando le parecía que tenía que defender a algo o a alguien. Luchó con todas las armas a su alcance (que eran las de los medios de comunicación y las palabras, justo es aclararlo) para que Necochea no siguiera perdiendo árboles todos los días; trató de hacer conocer entre sus conciudadanos la labor del Prof. Enrique Balech, a quien admiraba devotamente y homenajeó tantas veces como le fue posible; y enseñó cuanto supo, porque, como ella decía, la única forma de aprender es haciendo las cosas. En pocas palabras, educó desde el ejemplo (como aquella “maestra argentina / segunda madre y obrera” de la canción de María Elena Walsh que tanto le gustaba).

[La foto es de agosto de 2010. De izquierda a derecha: A.D.M., Zilda Balsategui y Celia Urrutia]